El arte de la portavocía: el impacto del mensaje

Dice un proverbio chino que “hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida”. Las estrategias de comunicación pueden en muchas ocasiones convertirse en artillería pesada a la hora de transmitir pero, ¿se utilizan siempre de forma correcta? Y es que en muchas ocasiones hemos conversado y debatido acerca de lo asombroso de algunas comparecencias públicas que, recurriendo a métodos ortodoxos, o no, lo cierto es que consiguen desviar nuestra atención o fijar en nuestra mente citas, que se convierten en célebres. Se trata de mensajes con impacto, y lograr construirlos y difundirlos, es todo un arte. Nos referimos al arte de la portavocía.

No son pocos los esfuerzos que hacen gabinetes de comunicación, agencias y profesionales para que los clientes sean capaces de llegar a su público, siempre con un objetivo establecido previamente por ambas partes. Las estrategias se estudian, plantean, corrigen, se vuelven a pensar e incluso en muchas ocasiones, son ensayadas para conseguir ‘dar en el clavo’.

 

el entrenamiento de la palabra

En comunicación, el directo es esencial a la hora de ofrecer un mensaje, trabajamos con el ahora y no hay marcha atrás. De hecho, cada vez se hace más hincapié en abordar técnicas de  oratoria y de expresión oral para lograr la emisión de mensajes claros, directos y eficaces. Pero, ¿qué pasa si esos mensajes van acompañados de errores que ensombrecen su contenido? Pocas personas los retendrán. Y de ahí, la vital importancia de trasladar al cliente la necesidad de asumir la parte del trabajo que le corresponde y, en este punto, la formación de portavoces es esencial.

Nunca se debe bajar la guardia ya que es fácil salirse del guión en una entrevista, intervención en directo o en un «canutazo». Podemos cometer errores que nos conviertan en carne de “meme” o en “trending topic”. Para el recuerdo ha quedado un hecho anecdótico en el plano político: año 2013, ante un Congreso de los Diputados repleto y atento al milímetro, el ex presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, comparecía para manifestar la posición del Partido Popular ante el escándalo del ‘caso Bárcenas’. Por supuesto, no fueron sus palabras sobre el extesorero las que inundaron las redes sociales ni las que quedaron en la mente de los millones de oyentes que lo seguían a través de los medios de comunicación. Su ‘fin de la cita’ fue, sin duda alguna, lo más repetido. Lo que era una nota aclaratoria y que Rajoy repitió hasta nueve veces, acabó siendo “trending topic” mundial en Twitter. ¿Error del jefe del Ejecutivo, o estrategia de comunicación? Sin saber si fue un fallo de lectura en su discurso, lo cierto es que esas palabras desviaron la atención del discurso central y dieron la vuelta al mundo.

 

Los imprescindibles de un buen portavoz

Conducir el mensaje a buen puerto es fundamental para que las intervenciones de los portavoces tengan éxito y no tengamos que decir eso de que “por la boca muere el pez”. Pero ¿qué valores debe transmitir un buen portavoz?

  • Claridad y transparencia

    Decir las cosas abiertamente, con un lenguaje simple ayudan a elaborar una imagen creíble. El poder de la palabra es inmenso y el portavoz debe pensar cuidadosamente lo que quiere decir y exponerlo sinceramente, sin dobles sentidos. De nada sirve defender algo si no se demuestra con actos.

  • Humildad

    Ninguna compañía es perfecta y para progresar, a veces hay que equivocarse. La población no espera de un líder que sea una especie de “superman todopoderoso”, sino que cuando se equivoque, lo admita. Esto contribuye a humanizar la imagen del líder y hacerlo más cercano.

  • Empatía

    Ponerse en el lugar del otro es fundamental. Para ello, hay que escuchar a nuestro público, saber cuáles son sus necesidades, qué les gusta, qué les hace felices y qué les causa rechazo. Esta labor de investigación es básica para producir una comunicación adecuada.

  • Sencillez

    No conviene que el líder utilice en sus intervenciones públicas un lenguaje excesivamente técnico. Lo más eficaz siempre es una idea fuerte, clara y presentada con las palabras correctas.

  • Sentimiento

    Detrás de cada decisión importante hay emoción y el líder tiene que saber crear expectación ante lo que va a decir.

  • Cercanía

    El líder ha de estar en contacto con la calle, con lo que la gente piensa y escuchando sus ideas. Esto ayuda a mejorar y corregir errores en su discurso.

  • Storytelling

    A veces, el simple blanco sobre negro resulta aburrido. El líder tiene que hacer un esfuerzo transmitir ideas frescas e intentar atrapar al oyente. ¿Cómo afecta lo que estás contando a las personas que te escuchan? Hay que contar historias que permitan al público sentirse identificado. Solo así se consigue llegar al interior de las personas.

  • Brevedad

    El mensaje debe centrarse en los puntos importantes, con exactitud, claridad y precisión. Una intervención demasiado larga puede resultar tediosa para los oyentes, por lo que hay que buscar la brevedad y el dinamismo.

En este contexto, no podemos olvidarnos de los medios de comunicación. Son una pieza vital en nuestro puzle para hacer llegar el mensaje, así que cuidado con “matar” al mensajero. El periodista no es el enemigo, simplemente, hace su trabajo. Nada de enfrentamientos. Es vital establecer una buena relación win-win, en la que ambas partes, salen beneficiadas.

Asimismo, debemos tener en cuenta que un portavoz no sólo ejerce como tal delante de un micrófono, su presencia también es necesaria en actividades no mediáticas como reuniones internas con empleados, directivos, accionistas o clientes. Por lo tanto es un elemento fundamental en la gestión de la comunicación interna de una empresa.

Lo que está claro es que para cada situación a la que nos enfrentemos debemos tener una mínima formación de portavoces. Como todo en esta vida, nadie nace aprendido, y la primera vez puede salir regular, pero cada experiencia, ayuda a mejorar. En el caso de la portavocía, todos nos ponemos nerviosos ante situaciones que se alejan de nuestra zona de confort, pero realizando ese “entrenamiento” de la palabra, esas situaciones irán siendo cada vez menos incómodas, pudiendo llegar a resultar gratificantes. Eso sí, apliquemos la prudencia, aunque sea únicamente por no echar por tierra el arduo trabajo previo.

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